Da igual, toda la casa lleva su nombre escrito. Cuánto se te echa en falta...
Un lugar perdido en la memoria de aquella completa demente, entre los recuerdos de una vida llena de actos premeditados que guiaron sus pasos hacia un camino sin retorno, sólo comprensible para aquellos lo suficientemente locos como para atreverse a entender la magnitud de sus palabras...
20 de diciembre de 2011
Visitando el Sepulcro Blanco
No te das cuenta de lo mucho que echas de menos algo o alguien hasta que vuelves a casa tras varios meses y recorres esos lugares donde siempre le veías. Y ya no viene corriendo a saludarte al entrar por la puerta. Ya no hay saltos de alegría. Ya solo hay silencio. Y ahí empiezas a ser consciente de tu pérdida. Pero lo peor aún está por llegar. Lo peor llega cuando sacas fuerzas para visitar su tumba. Y piensas llevar unas flores. ¿Para qué? Ya no las puedes oler. Y a dos metros de distancia, cuando casi podrías estirar el brazo y tocar la cruz... las lágrimas nublan tu vista. Y te das la vuelta y echas a correr, para escapar. Muy lejos, donde no te persiga su recuerdo.
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