13 de enero de 2013

Game Over

Y qué más da que tenga algo importante que decirte. El momento ya ha pasado. Tampoco hubieran cambiado las cosas, pero quizá sí me hubiera desahogado, por qué no, a todos nos viene bien de vez en cuando. Pero, como ya he dicho, el momento ha pasado. El momento en que le echas cojones a la vida y dices: de perdidos al río, que sé nadar desde los 3 años. Y dispuesta a soltar el discursito mágico que liberaría tu cabeza, dispuesta a quitarte la coraza, ese escudo que tantos años te lleva protegiendo, comienzas a escribir. Pero la otra persona habla, y habla, y habla, de lo buena que es su vida, de lo feliz que es ahora, de todo lo que tiene, de la nada que le falta, de la ausencia de vacíos internos... Y te preguntas, ¿quién soy yo para cambiar eso?

Y con el corazón en un puño, finges que todo está bien, sonríes, y una vez más, te cierras en banda sobre ti misma. Fines de semana que sirven para darte cuenta de muchas cosas que has decidido negar durante mucho tiempo.

Y tu mente vuela rumbo a la Estrella del Norte, a una cabañita de madera, a sentarse y esperar que alguien entre por la puerta y la abrace por detrás. Y vuelva a perderse en un abrazo, sin importar qué pasa con el mundo fuera de esas paredes de madera.

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