Un lugar perdido en la memoria de aquella completa demente, entre los recuerdos de una vida llena de actos premeditados que guiaron sus pasos hacia un camino sin retorno, sólo comprensible para aquellos lo suficientemente locos como para atreverse a entender la magnitud de sus palabras...
25 de julio de 2011
NeverMind....NeverForgotten
Estúpida Nostalgia Sin Sentido
MieDo
17 de julio de 2011
Extrapolación, Parte II
Te convences de que no extrapolarás de forma física lo que los mortales llamamos “sentimientos”. Pero hay cosas que cuando empiezan son imparables. Y una vez cometido el pecado, ¿por qué no ser un reincidente? Más que menos, para el caso, viene a dar igual.
Días con sabor a novedad, a ilusión, a amaneceres acompañada y nöches sin dormir. Pero todo llega y todo pasa, y lo bueno siempre llega a su fin.
Dulces despedidas en la estación, siempre tan llenas de palabras que nunca se llegan a decir, aparentemente románticas y mágicas, llenas de emoción contenida, de un ¿cuándo te veré? ¡Si yo no quiero irme! ¡Quiero quedarme aquí contigo para siempre!. Salvo la que estás viviendo. Un adiós frío y sin vida, sin sentimientos ni aparentes ganas de un reencuentro. Rápido, casi como “por favor, súbete al puñetero autobús que estoy deseando irme, pesadilla”. No hay besos de última hora salvo si tú los das, no hay nada más allá de abrazos cálidos cargados de amistad y cariño. Y finges que no lo notas, sonríes, haces cuatro bromas, das un par de besos prácticamente no correspondidos y te vas con una sonrisa que quiere ser feliz y no sale de triste. Y ahora, ¿qué?
Silencio. Más silencio. Reflexiones. Hora de madurar. Debiste huir en su momento, y ahorrarte sufrir tontamente, porque en realidad tú no quieres que llegue a más pero tampoco que se quede en nada. Tú solo quieres continuar un poco más. Y aparentemente lo hace. Habrá que seguir dando tiempo al tiempo.
No sabes dónde va a llegar un beso, pero cuando surge… solo te queda la opción de continuarlo.Y no pienses que al final… Siempre, y reitero SIEMPRE, duele.
Extrapolación, Parte I
Un día, de repente, alguien irrumpe en tu vida. Tu vida. Sí, esa, la que el día anterior estaba plagada de parches, segundas partes e historias inacabadas. Esa que tanto te gustaba y en la que te sentías segura porque nadie la desestabilizaba. Tú tienes tus amigos, tus conocidos y tus derechos a roce, en mayor o menor medida, siempre disponibles o sólo en determinadas circunstancias. Pero no notas que te falte algo, con esos amantes de un solo día o de un mes entero tienes suficiente, es más, te encanta. Sin complicaciones, sin promesas, sin planes. Sin explicaciones. Libre. Sólo estás tú y todo lo que quieras hacer.
Como te decía. Tu vida parece perfecta, o al menos en la justa medida para hacerte sonreír casi a diario. Y entonces, alguien irrumpe en ella. El problema es que no lo notas. Al principio todo es muy normal, un nuevo amigo, risas, conversaciones interminables, una historia de mi pasado por aquí, un par de anécdotas por allá. Hasta que un día ¡BUM! Estalla la bomba. Se acabó. Te levantas, no habéis hablado en las últimas 52 horas. Mierda, las llevas incluso contadas. Y ahí comienza el delirio. No sabes cómo ni cuándo ni por qué, pero ha sucedido, y ya no tiene vuelta atrás. La drogodependencia empieza a crecer proporcionalmente a las horas que siguen pasando sin esa persona que ahora ocupa parte de tu tiempo, mente y energía. Y que también causa más de una sonrisa estúpida y sin sentido. El síndrome de abstinencia es demasiado molesto. Los minutos se hacen horas, agonía que aumenta de magnitud conforme avanza la más pequeña de las agujas del reloj. Hasta que al fin sucede. El teléfono suena y tu corazón parece que va a salir disparado, tus manos tiemblan mientras descuelgas y de repente… paz. Blanco, todo se ha vuelto blanco. Relajación. Oxígeno. Sonrisa. Y la conversación fluye, y el chute que llevabas horas necesitando desesperadamente ha sido inyectado. Tus músculos se relajan, tu cuerpo comienza a liberar endorfinas que invaden tu cerebro de una inmensa, adictiva y maravillosa… Paz.
Ya no es un simple amigo. Ahora la has jodido hasta el fondo, te has pillad… ¡NO!!! No pronuncies esa palabra, ni siquiera la pienses. Se te ha ido la olla, por completo. Te has dejado llevar porque hacía meses, quizá años, ni te acuerdas, que te sentías así. Has dejado de pensar de forma racional y tú misma te has traicionado. Ahora ya no tienes vuelta atrás, ¿o sí? Sí, siempre la hay, siempre hay una alternativa. La huída. Cobarde, vergonzante, ruin y de gallinas, sí, pero la única alternativa que tu mente es capaz de procesar. Huir. Huir o morir, sí, la muerte es la otra opción, no estás preparada para esto, no lo esperabas, no lo planeaste, no te hiciste a la idea y ahora es demasiado tarde para plantearlo porque no te da tiempo a procesar todo lo que conlleva.
Tiempo. Necesito tiempo. Tiempo para reflexionar, para poner mis ideas en orden, para estar sola, para pensar. Tiempo sin ti. Esa es la versión oficial. Pero en el fondo de tu interior, nada más lejos de la realidad, estás acojonada. Te ha vuelto a pasar. No es como si hubieras pasado años sin sentir algo por una persona, qué va, lo has sentido, y ha dolido, claro, pero esta vez es diferente porque es correspondido. O porque te gusta pensar que la otra parte de este tremendo caos estaría dispuesto a saltar al vacío siempre y cuando fuera agarrado de tu mano. Y eso te da miedo, sudor frío, pensamientos oscuros, escalofríos, pánico… Atracción. Totalmente opuestos e inevitablemente sentidos a la vez. Porque tu mente es gilipollas y se siente atraída por todo lo que no le conviene, como el miedo. Y piensas ¿cuántos miles de almas desean algo así? ¿Cuántos lo buscan sin éxito? Y aquí estoy yo, rechazando el amor en todas sus facetas, aunque solo sea una simple historia que podría durar unos días. Da igual, es algo relacionado con compromiso, con conectarse a una persona, con necesitar de otro, con echar de menos hasta que duela. No, tú no quieres eso. Y por ello has huido, y menos mal, lo necesitabas, ahora te sientes mucho mejor. Vuelves a ser libre, toda entera tuya y para ti, una vida tranquila que manejar a tu antojo. Hoy aquí y mañana allí, siempre con el silencio, ese dulce silencio, como compañía.
Los primeros días son geniales, una liberación, una nueva realidad. La vuelta al pasado, a tu normalidad, esa tanto terror te da perder: Independencia. El cuarto día llegan los problemas. Hay un hueco, una especie de vacío, algo te falta. ¿Cómo estaba antes relleno ese huequecito tan pequeñito y a la vez tan gigante como para que duela tanto? Buscas su anterior relleno, y te das cuenta de que no está por ningún rincón, porque antes ese hueco no existía. Era un hueco que se ha ido haciendo esa persona que irrumpió en tu un tanto descarrilada vida hace un par de meses. Y cuanto más tiempo pasa más grande es el hueco, y más difícil de rellenar después. Solo hay una salida: Aceptación.
Aceptación. Quinto paso del duelo. Tú sientes algo que va creciendo poco a poco pero imparablemente y no lo puedes evitar. Es tarde para huir, y aunque no lo fuera ¿por qué habrías de hacerlo? Encuentras 95 motivos por los que quedarte. Solo 5 por los que irte. Al final todo se resume en un porcentaje. Y aunque la mayoría aplastante de motivos para seguir con una historia que apenas acaba de empezar sea masivamente superior tú aún tienes dudas. Y sigues dudando durante días, hasta que una mañana te despiertas y decides dejar de pensar, porque pensar no lleva a ningún sitio bueno, pensar solo conduce a inhibir impulsos. Hay que vivir. Y para vivir hay que actuar. El 95 se ha convertido en un 100%. El porcentaje del corazón finalmente ganó al de la razón, ¿quién lo esperaría cuando lleva toda su vida perdiendo? Siempre hay un primer grito tras muchos años de silencio. Y ese porcentaje tiene sabor español.
Vuelta a la drogodependencia, a echar de menos, a sonrisas tontas, al miedo, a los nervios. Pero ya está hecho, y tú te hallas en un sin vivir. Gajes del oficio.
Despunto el lapicero a la vez q el Desconsuelo
Tendré que mirarte por un telescopio, buscar tu señal en la radio, subir en la nave sin un copiloto que sepa cruzar el espacio. Y siguiendo la estela que deja el cometa, que va donde digan tus labios. Así me perdí en tu universo, de nöches fugaces y días extraños...
12 de julio de 2011
Lo nuestro es también eterno, entonces...
Y todo iba bien, hasta que se enamoró de una discípula de su Maestro, y ella se enamoró de él. Ambos conocían las Tradiciones; él sabía que no era su hombre, ella sabía que no era su mujer. Aún así, se entregaron el uno al otro, dejando en manos de la vida la responsabilidad de separarlos cuando llegase el momento. Esto, en vez de disminuir la entrega, hizo que los dos viviesen cada instante como si fuera el último, y el amor entre ellos pasó a tener la intensidad de las cosas que se tornan eternas porque saben que van a morir.
5 de julio de 2011
Querida Karen
Si estás leyendo esto significa que he tenido el valor para mandártelo. ¡Bravo por mí! No me conoces muy bien pero, si me lo permites, tengo tendencia a repetir una y otra vez lo duro que me resulta escribir… pero esto es lo más difícil que he tenido que escribir nunca. No existe una manera fácil de decirlo, así que simplemente lo diré: He conocido a alguien. Fue una casualidad, yo no lo estaba buscando, no lo planeé. Fue la tormenta perfecta. Ella dijo una cosa, yo dije otra… Cuando me di cuenta quería pasar el resto de mi vida en mitad de aquella conversación. Ahora tengo la sensación en mis entrañas de que puede ser ella. Está completamente chiflada, de una forma que me hace sonreír. Extremadamente neurótica. Y exige un mantenimiento exhaustivo. Ella eres tú, Karen. Ésa es la buena noticia.
La mala es que no sé cómo estar contigo ahora. Me acojona, porque si no estoy contigo inmediatamente tengo la sensación de que nos perderemos ahí fuera. Éste es un mundo enorme y malo, lleno de vueltas y recovecos, y basta con parpadear para que desaparezca el momento. El momento que pudo cambiarlo todo. No sé lo que hay entre nosotros, y no puedo decirte por qué habrías de saltar al vacío por alguien como yo. Pero hueles tan bien… como el hogar. Y haces un café excelente. Eso también es importante, ¿verdad?
Llámame.
Infielmente tuyo, Hank Moody.