Todos pasamos malas rachas, olas de tristeza que nos invaden cuando sube la marea, sobre todo cuando te hallas a miles de km de tu hogar. Es entonces cuando más te apoyas en tus amigos, y, de vez en cuando, ellos te demuestran la inmensidad con un solo detalle. Detalles como un simple bizcocho, una carta... o un vídeo que te deja sin palabras y con un par de lágrimas al acecho. Un amigo, ese en quien te apoyas cuando más lo necesitas y que se dedica a sacarte sonrisas cuando solo tienes ganas de llorar. Ese que te da un abrazo durante el tiempo q haga falta por mucho que le duelan los brazos. Ese que te hace un bizcocho de chocolate blanco, o un mural lleno de fotos que le ha llevado horas componer, o ese que te organiza una fiesta sorpresa, o ese que se va un fin de semana a otra ciudad solo para estar contigo. Y yo... me siento orgullosa de los míos. No son muchos, pero son muy buenos. Días de añoranza y de reencuentros inminentes en estaciones de autobús.
[ Esa extraña sensación de irrealidad, como si el tiempo no pasara cuando estoy contigo ]
Porque las frases que más te llegan al corazón te las dice un amigo, no un novio, esos amigos que duermen abrazándote para que no te sientas sola, que te secan las lágrimas por muy insignificante que sea lo que las haga derramarse, o los que te cogen de la mano por una calle para recordarte que están a tu lado. Un amigo es ése que acepta todos tus defectos y te hace reírte de ellos, el que hagas lo que hagas y cuentes lo que cuentes va a seguir apoyándote sin juzgarte, estando ahí sin exigirte. No entiendo por qué la gente se empeña tanto en buscar el amor, si al final un buen amigo vale por mil amores que puedas tener.
Y ahora... me escondo, y te observo, y te puedo decir: yo mataré monstruos por ti. Solo tienes que avisar.
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