Es curioso cómo una noche escribes un mensaje y a la siguiente alguien te ha abierto un poco los ojos y te hace ver las cosas con más perspectiva, entrando en la fase III y dejando completamente atrás la I y ya casi la II.... casi.
Son días en que se te va la olla por sustancias y motivos externos a ti que tiran al traste tu pacífica lucha interior y escribes un largo mensaje que estás a punto de enviar a quien no debes, previamente desbloqueado de tu vida, en la hora más errónea.
Si mi vida fuera una novela rosa, ese mensaje se habría enviado y habría cambiado el rumbo de la historia. Un gran beso, una rosa roja y un felices para siempre. Puesto que mi vida se asemeja más a la novela negra y la realidad nunca tiene nada que ver con las novelas, un atisbo de lucidez y sentido común asomó en mi cabeza e impidió lo que sin duda habría sido un patético e irreparable error acabado en tragedia y algún corazón un poco, digamos, hecho trizas. Suerte que a veces uso el cerebro para pensar con racionalidad.
Porque, dime, ¿quieres volver a ese círculo de incertidumbre ante la próxima vez que te hiera, el próximo insulto, el sentirte menospreciada? Ayer te habría dicho que sí, sin dudarlo un solo segundo. Hoy... Soy un mar de dudas, y ya no lo tengo tan claro. Es entonces cuando comprendes que querer a alguien... no es suficiente. Que el respeto, la complicidad, la confianza... son igualmente importantes. Que cuando hay que hablar de dos es mejor empezar por uno mismo... y que dos no pueden si uno no quiere.
Bienvenida a la fase Negociación.
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